Hay días en los que casi puedo ser sincera al decir que estoy bien, incluso llego a sonreír de corazón y noto cierta alegría fluir en mi interior.
Pero sólo es un instante fugaz.
La oscuridad me envuelve con tanta fuerza que llega a ahogarme, me consume, me ciega. Dicen que en la oscuridad es donde más brillan las estrellas, ¿pero cómo verlas si mis ojos están cubiertos?
Oigo voces, unas buenas, otras malas: todas me hablan directamente a mi. Algunas me dicen que este dolor tan profundo es lo que me merezco y otras que es hora de quitarme esta venda y quererme a mí misma. ¿A quién hacer caso cuando todas tienen razón?
A veces me pregunto si no sería mejor morir, total, la muerte es el punto final de toda historia y la mía ya ha tenido suficientes dramas. Sin embargo, y esto es lo gracioso de la cuestión, no soy el tipo de persona que pone puntos finales a nada, al contrario, soy tan terca que no dudo en seguir avanzando, incluso si la historia no me agrada y son las tres de la madrugada.
Porque aunque la historia esté marcada por el dolor, pérdida y traición, los momentos de felicidad valen tanto la pena que no puedo detenerme. No ahora, no nunca. Al contrario, me llenan de energía y ganas de comerme el mundo como nunca lo había hecho antes. Y es lo que planeo hacer.
Quizás tarde mucho tiempo. pero dicen que las cosas buenas se hacen esperar. Así que, querida vida, ten paciencia, porque poco a poco, me convertiré en alguien mejor que tú. Y entonces, no me importaría que toda vida tenga que llegar a su fin, porque incluso cuando llegue mi momento, sabré que mi recuerdo perdurará por toda la eternidad.
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